Matrix Resurrections: Metralla, nostalgia, merchandising y champú.

Recuerdo bien la sensación de fascinación y temor a la salida de la primera entrega de Matrix. La experiencia venía acompañada de una idea que en ese instante no parecía descabellada: ¿Y si es verdad que estoy viviendo en una simulación informática? La proposición no era realmente nueva en lo conceptual, pero sí en su presentación, y como soy una persona que se deja fascinar por el cine y las buenas historias, y porque me acababan de ametrallar con los mejores efectos visuales creados hasta el momento, volví a casa absolutamente flipado. Ayer por la noche asistí al pre estreno de la cuarta película de la saga, que propone un regreso a Matrix. Vuelvo a estar conmocionado, pero por motivos diferentes. He experimentado una gran emoción al entrar de nuevo en este universo y rencontrarme con Neo, pero la cabeza me repite en bucle un fragmento de la canción Peces de ciudad que dice: “En Macondo comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.

Matrix Resurrections es un buen divertimento cargado de acción, una proeza técnica y visual, casi un documental aniversario que abusa del archivo, un giro de tuerca a la hipótesis del ser humano encerrado en un mundo digital ficticio y quizás también una decepción. Una similar a la que experimenté en End Game de Marvel, colofón de otra saga de acción, donde aspiraba a ser espectador de una épica imposible, de un “quién da más” irrealizable. Conscientes de la altura del listón, los responsables de ambos productos comprendieron que se hacía necesario un cambio de estrategia, con un giro hacia el humor que yo temo un resbalón hacia la parodia.

En la cuarta parte de Matrix descubrimos que Neo (Keanu Reeves) sigue vivo. Este mesías liberó a la humanidad de la tiranía de las máquinas que habían encerrado a los seres humanos en una prisión virtual mientras extraían de ellos la energía necesaria para alimentarse. Pero en el camino, al igual que la otra coprotagonista, Trinity (Carrie-Anne Moss), tuvo que entregar su vida. La historia parte de una premisa ambiciosa e interesante: Neo es ahora un creador de videojuegos que ha dado vida a una trilogía que narra ni más ni menos que los recuerdos de su vida pasada, que él considera fruto de su imaginación. Trinity es una madre de familia que goza de una vida aparentemente feliz. Liberación de la mujer is coming.

La propuesta permite actualizar la estrategia de la Matrix a los nuevos tiempos mientras presenta a la gente atontada con sus videojuegos, su tiempo se ve consumido ante el teléfono y las redes sociales; las jaurías de haters y borregos virtuales vuelven innecesaria la existencia de agentes como Smith, antagonista de la trilogía original y artista invitado de este estreno, con otra cara pero sin la genialidad de Inception (Origen) de Nolan para que sean convincentes los motivos de su nuevo rostro y lograr una asociación completa, también a nivel emocional. Las manadas de abonados, amigos, followers y usuarios se presentan al tiempo como una censura enfervorecida, una hueste de soldados al servicio de un sistema que transforma nuestros sueños y reivindicaciones en productos.

No le podemos reprochar a la directora Lana Wachowski la falta de lucidez. Es más que consciente de que su oportunidad de criticar al sistema se la debe a una gigantesca corporación de la industria del cine, por cuarta vez; como explica uno de los personajes en esta nueva entrega, las circunstancias parecían imponer un viraje hacia la farsa; Matrix debía haber liberado nuestras mentes pero aquí seguimos, esclavizados por las máquinas, por los maratones de series que nos dejan anclados al sofá, a veces presos de vidas que no nos convienen, reproduciendo los esquemas aprendidos; pegados como gilipollas a la pantalla de un móvil, al que amamos como nuevo exponente del síndrome de Estocolmo.

Éste es el regreso a Matrix que ella ha querido. Ella y su hermana, cuando sus nombres aún concordaban en masculino, nos hicieron partícipes de su sueño el siglo pasado, en 1999, y ahora Lana Wachowski, sin su hermana en la realización y como mujer, nos propone una nueva aventura. Desde luego no es la que me esperaba pero me pregunto si tengo algo que reprochar, porque igual es absurdo comportarse como si el sueño de Matrix me perteneciera, y no fuera la creación de otras personas; como si tuviera algún derecho a criticar que el abandono de la épica pura es un error; ¿acaso es a propósito que el nuevo aspecto del agente Smith sea el de un personaje liso, insustancial, que abandona la estética de agente híper-rígido de la CIA por un look Vogue metrosexual primavera-invierno? Entiendo que es también buscado el estilo ligero y banal de un Morfeo en bata de seda. ¿Quién soy yo para hablar de un error monumental de casting, de una falta estrepitosa de química y de carácter? Tampoco me siento muy capaz de articular mis ideas sobre la improcedente presencia de Barney Stinson en este tipo de producción. ¿Viene a explicar a los nuevos adolescentes Cómo Neo conoció a Trinity

Aparte de Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss, y no quiero ser muy duro con los bochornosos diálogos que le han puesto en la boca a la actriz, todo parece lo que es, una imitación de Matrix; ya lo he dicho, casi una parodia, por momentos planteada como tal, donde los conceptos están a medio coser, o tal vez terminados con urgencia.

La nueva Matrix es entretenida, es espectacular, emotiva, nostálgica, tiene muchas cosas buenas pero repito y repito que no es la que yo esperaba. A mi juicio, le falta reescritura y le sobran nociones. Como paradigma del Hobbit de Peter Jackson a la inversa, apelotona ideas de tres películas en una sola, aborda demasiadas temáticas, coquetea con demasiados subgéneros. El nuevo rol de las máquinas que apoyan a los humanos daría para una película en sí misma y queda expuesto y presentado a la carrera con una estética que se aproxima lamentablemente a lo Pokemon; las conclusiones son flojitas, no son moralejas sino moralinas, infestadas de elementos propicios para la susceptibilidad de los bienpensantes.

Así que bueno, aceptamos barco. Volvimos a Matrix como volvimos a Star Wars, con la ilusión de unos niños que se quieren dejar fascinar y que deben asumir que, como espectadores que han envejecido, nuestros gustos ya no son prioritarios para la industria. Quizá lo haya resumido mejor que nadie la mujer que salía de la sala detrás de mí. Esto no es Matrix, es John Wick.

“Eldorado era un champú, […] el pecado una página web”, dice también la canción Peces de ciudad. Creímos que Matrix era una revelación, un mensaje para liberar nuestra mente, e igual lo era, igual lo fue. ¿Acaso Wachowski nos está diciendo que no nos flipemos, que Matrix no es más que una cosa para pasar el rato, un Fast & Furious? ¿Que Matrix la ha creado Matrix y que el sistema transforma las revoluciones en DVDs de la Fnac y palomitas? Si es así, Neo nos ha despertado de nuestro sueño. Un placer haberte vuelto a ver. Por los viejos tiempos

Una respuesta

  1. No conocía esa música que te inspira, pero me la apunto. Principalmente lo de volver a Macondo. ¡Qué gran realidad! Inconscientemente me lo apliqué con El Señor de los Anillos, mi guía de juventud. Tras leer el libro reiteradamente desde la pre-adolescencia, acudí religiosa y satisfactoriamente a los tres estrenos cinematográficos y nunca más volví a ver las películas. Ni extendidas ni recogidas… y si la adaptación cinematográfica del Hobbit la tengo aún en la lista de espera es porque me apavora ese monstruo hipermetralizado de tes cabezas que se sacaron del cuento que leí hace 30 años.
    En fin. Si es para ir a que me cuenten una nueva versión de la caverna de Platón (tenía examen de filosofía al día siguiente del estreno de la primera de Matrix, -jaté tú qué cosas-), se irá, aunque solo sea por morriña. Aunque estoy seguro de que me la voy a acabar durmiendo en el sofá en cuanto salga en plataforma, ya verás…

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